No había necesidad de que nos dijéramos nada. Habíamos estado devorándonos con la mirada desde diciembre del año anterior. Para cubrir lo evidente, solíamos hablar de situaciones cotidianas mientras bebíamos café en los sitios comunes de la oficina. A la hora del almuerzo y antes de las juntas con el jefe y el resto del equipo de trabajo.
Llovió tanto, que las alcantarillas vomitaba basuras y restos de materia fecal. Apenas logramos guarecernos bajo el toldo de un local de comida, la cocinera nos veía con desagrado, no nos invitó a entrar, las sillas ya estaban sobre las mesas sin manteles.
La lluvia salpicó nuestros zapatos, el lodo trepó sobre nuestros calcetines hasta los pantalones. Estábamos hechos una pena. Ella además, con el cabello alborotado y el rimel en peligro de volverse acuarela.
La fuerza de la tormenta perdió ímpetu, la cortina del local fue bajada de un jalón, nos fuimos de allí caminando de puntitas y con la cabeza gacha, como hacemos todos los humanos en situación de lluvia, así sea mínima.
A una cuadra está un suburbia, en los aparadores se anunciaba una oferta: zapatería infantil al 3x2. Al pasar, ella miró y dijo: déjame pasar a ver si encuentro algo para mis hijos, suena interesante la oferta. Subimos al primer piso y se arreglo un poco el cabello frente a uno de los enormes espejos que abundan en esos lugares. Soy un desastre, dijo riendo. Estuvo mirando zapatos escolares, yo la seguí sin opinar ni sugerir, de hecho, ella tampoco solicitó mi ayuda. Tomó dos pares y los dejó en la caja: señorita, ¿dónde encuentro zapatos para dama?, subimos un piso más, la tienda estaba desierta, sólo algunos vendedores platicando en pequeños grupos.
Miró varios pares, una joven vendedora nos seguía sonriente pero sin ser encimosa, - puede medirselos señorita, anunció la vendedora.
Ella se miró los zapatos y recordó su penosa situación: ¿el vestidor señorita? También deseo probarme un pantalón. La chica señaló una esquina – aquí le guardo el par que eligió para que se lo pruebe.
Fuimos y me dijo, me voy a quitar los calcetines para probarme los zapatos, mira están escurriendo.
Entró y aguardé justo en la entrada, hasta ese momento escuché la música de fondo, algo de piano, parecía un tema navideño. En torno al probador, se exhibían pijamas y lencería. La descarga de sangre no tardó en llegar a donde debía. Un diminuto coordinado negro me obligó a descolgarlo y llevarlo a mis fosas nasales, mis manos temblaron, no había olor obviamente, el olor aguardaba a unos pasos, allí, en el probador. Imaginé lo lubrico de sus amaneceres,. Abrí la cortina, ella estaba de espaldas mirándose al espejo. La tomé por la cintura y besé con intensidad su cuello, su senos morenos. Se giró y derramamos saliva entre nuestras lenguas, el deseo rompió diques. No había mucho tiempo, metí los dedos entre la pataleta blanca y sus labios. Tomé una muestra y lo llevé a mi boca. Avispas aguijonearon mi espalda. Seguí dando masaje mientras bebíamos de boca a boca, La solté e incliné su cuerpo frente al espejo, me arrodillé y comí de ese festín.