miércoles, 22 de junio de 2016

Festín





No había necesidad de que nos dijéramos nada. Habíamos  estado devorándonos con la mirada desde diciembre del año anterior. Para cubrir lo evidente, solíamos hablar de situaciones cotidianas mientras bebíamos café en los sitios comunes de la oficina. A la hora del almuerzo y antes de las juntas con el jefe y el resto del equipo de trabajo.
Llovió tanto, que las alcantarillas vomitaba basuras y restos de materia fecal. Apenas logramos guarecernos bajo el toldo de un local de comida, la cocinera nos veía con desagrado, no nos invitó  a entrar, las sillas ya estaban sobre las mesas sin manteles.
La lluvia salpicó nuestros zapatos, el lodo trepó sobre nuestros calcetines hasta los pantalones. Estábamos hechos una pena. Ella además,  con el cabello alborotado y el rimel en peligro de volverse acuarela.
La fuerza de la tormenta  perdió  ímpetu,  la cortina del local fue bajada de un jalón, nos fuimos de allí caminando de puntitas y con la cabeza gacha, como hacemos todos los humanos en situación  de lluvia, así  sea mínima.
A una cuadra está  un suburbia,  en los aparadores se anunciaba  una oferta: zapatería infantil al 3x2. Al pasar, ella miró  y dijo: déjame pasar a ver si encuentro algo para mis hijos, suena interesante la oferta. Subimos al primer piso y se arreglo un poco el cabello frente a uno de los enormes espejos que abundan en esos lugares. Soy un desastre, dijo riendo. Estuvo mirando zapatos escolares, yo la seguí sin opinar ni sugerir, de hecho, ella tampoco solicitó mi ayuda. Tomó  dos pares y los dejó  en la caja: señorita, ¿dónde  encuentro zapatos para dama?, subimos un piso más,  la tienda estaba desierta, sólo  algunos vendedores platicando en pequeños grupos.
Miró  varios pares, una joven vendedora nos seguía sonriente pero sin ser encimosa, - puede medirselos señorita, anunció la vendedora.
Ella se miró  los zapatos y recordó  su penosa situación: ¿el vestidor señorita? También  deseo probarme un pantalón. La chica señaló  una esquina – aquí  le guardo el par que eligió  para que se lo pruebe.
Fuimos y me dijo, me voy a quitar los calcetines para probarme los zapatos, mira están  escurriendo.
Entró y aguardé justo en la entrada, hasta ese momento  escuché la música  de fondo, algo de piano, parecía  un tema navideño. En torno al probador, se exhibían pijamas y lencería. La descarga de sangre no tardó  en llegar a donde debía.  Un diminuto coordinado negro me obligó  a descolgarlo y llevarlo a mis fosas nasales, mis manos temblaron, no había olor obviamente, el olor aguardaba a unos pasos, allí,  en el probador. Imaginé lo lubrico de sus amaneceres,. Abrí  la cortina, ella estaba de espaldas mirándose  al espejo. La tomé  por la cintura y besé  con intensidad su cuello, su senos morenos. Se giró  y derramamos saliva  entre nuestras lenguas, el deseo rompió  diques. No había  mucho  tiempo, metí  los dedos entre la pataleta blanca y sus labios. Tomé  una muestra y lo llevé  a mi boca. Avispas  aguijonearon mi espalda. Seguí  dando masaje mientras bebíamos de boca a boca, La solté  e incliné  su cuerpo frente al espejo, me arrodillé  y comí de ese festín.