viernes, 12 de febrero de 2016

Atorado

       
                                                   
Son las doce de la noche y en este hotel nadie duerme. Es domingo  pero parece viernes a las cinco de la tarde. Mañana trabajo, necesito  dormir al menos unas horas pero en el piso de arriba brincan y disfrutan. En el cuarto de al lado tres amigos ebrios hablan de Oaxaca y las playas que han visitado, son expertos en fumar mucho y comer nada, los he visto desayunar un café  con azúcar, comer un bolillo con jamón  y cenar cuatro cigarros de mota.
Me gustaría  mandar a la mierda la idea de levantarme temprano, pero ya acumulé el máximo de retardos. He llegado ebrio dos días seguidos y otro más con una cruda que casi me mata. Me han tolerado sólo  porque  les entregué mi receta del psiquiátrico, episodio depresivo, pero saben que me estoy excediendo. Me duró  una semana, de eso ya hace medio año.
Arriba se escuchan gritos, todos gozan. Mariel canta summer time, la imagino con las sandalias de siempre y junto a ella su amigo el Cha, vinieron juntos desde Monterrey, el será  escritor, hace una novela sobre el poder de las mujeres sobre los hombres “ la locura las coloca en un plano superior”, dice. Es gordo y de cabello chino,  abundante y castaño claro.
En el otro cuarto vive Sergio, el más  viejo de los residentes. Es músico, y todo el tiempo habla de la academia que inaugurará  sobre república  del salvador, - ya me autorizaron el crédito  pero faltan ciertos papeleos, dice siempre, mientras mueve los hombros y coquetea con otros chicos, se sabe que tiene un hijo de 19 años que no frecuenta, lo escuché  hablando por teléfono,  esta ligándose a algún  novato.
Pienso que me gustaría  integrarme donde están  cantando, seguro está  Clara, la española, y Cristina, la bailarina de contemporáneo, pero no, seguro que terminaría regresando a mi habitación con la intención  de dormir.
Me he bebido una botella de ron blanco, he puesto un CD titulado “divas en español” al menos 12 veces a todo volumen  en la grabadora que compré  en corregidora , de marca oriental, barata y que huele siempre a cable quemado. Lloré  un par de ocasiones, tiré  el espejo del baño y se rompió  escandalosamente. Ya vino a tocar Sergio, me pidió  que abriera, y lo mandé  a la verga, también  bajó  Mariel y me pidió  que subiera con ellos, que ya no bebiera  solo. Le dije que ya me iba a dormir, que estaba tranquilo.
La grabadora está  en el piso, la pateo para que siga sonando. Me quedé  sin ron, son las tres de la mañana, arriba ya nadie canta, me asomo al pasillo y está  Sergio cogiéndose al Cha, cierro la puerta y vuelvo a conectar a la grabadora. Este hotel es la vida.