Son las doce de la noche y en este hotel nadie duerme. Es domingo pero parece viernes a las cinco de la tarde. Mañana trabajo, necesito dormir al menos unas horas pero en el piso de arriba brincan y disfrutan. En el cuarto de al lado tres amigos ebrios hablan de Oaxaca y las playas que han visitado, son expertos en fumar mucho y comer nada, los he visto desayunar un café con azúcar, comer un bolillo con jamón y cenar cuatro cigarros de mota.
Me gustaría mandar a la mierda la idea de levantarme temprano, pero ya acumulé el máximo de retardos. He llegado ebrio dos días seguidos y otro más con una cruda que casi me mata. Me han tolerado sólo porque les entregué mi receta del psiquiátrico, episodio depresivo, pero saben que me estoy excediendo. Me duró una semana, de eso ya hace medio año.
Arriba se escuchan gritos, todos gozan. Mariel canta summer time, la imagino con las sandalias de siempre y junto a ella su amigo el Cha, vinieron juntos desde Monterrey, el será escritor, hace una novela sobre el poder de las mujeres sobre los hombres “ la locura las coloca en un plano superior”, dice. Es gordo y de cabello chino, abundante y castaño claro.
En el otro cuarto vive Sergio, el más viejo de los residentes. Es músico, y todo el tiempo habla de la academia que inaugurará sobre república del salvador, - ya me autorizaron el crédito pero faltan ciertos papeleos, dice siempre, mientras mueve los hombros y coquetea con otros chicos, se sabe que tiene un hijo de 19 años que no frecuenta, lo escuché hablando por teléfono, esta ligándose a algún novato.
Pienso que me gustaría integrarme donde están cantando, seguro está Clara, la española, y Cristina, la bailarina de contemporáneo, pero no, seguro que terminaría regresando a mi habitación con la intención de dormir.
Me he bebido una botella de ron blanco, he puesto un CD titulado “divas en español” al menos 12 veces a todo volumen en la grabadora que compré en corregidora , de marca oriental, barata y que huele siempre a cable quemado. Lloré un par de ocasiones, tiré el espejo del baño y se rompió escandalosamente. Ya vino a tocar Sergio, me pidió que abriera, y lo mandé a la verga, también bajó Mariel y me pidió que subiera con ellos, que ya no bebiera solo. Le dije que ya me iba a dormir, que estaba tranquilo.
La grabadora está en el piso, la pateo para que siga sonando. Me quedé sin ron, son las tres de la mañana, arriba ya nadie canta, me asomo al pasillo y está Sergio cogiéndose al Cha, cierro la puerta y vuelvo a conectar a la grabadora. Este hotel es la vida.
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