sábado, 15 de julio de 2017

Como cuando todo era posible



Bebo cerveza, la sirvo en un tarro del salón Corona.
Me lo regaló un amigo, lo robó esa noche en que festejamos mi cumpleaños, acabamos de madrugada, hablé por el celular y dije incoherencias, como siempre hubo de todo, acabé muerto.
Han pasado años, no hemos vuelto a hacerlo así, como solíamos cuando todo era posible. Los amigos están en sus asuntos, similares a los míos. La sorpresa se fue.
Y bueno como les decía, podé el pasto y caminé a la tienda a comprarme una caguama y unas frituras con chipotle. Me senté en el patio y di un sorbo largo, ya saben, ese famoso primer sorbo de cerveza helada en una tarde calurosa.
Puse un disco en el estéreo, elegí uno que no escuchaba al menos hace 2 años, fue un excelente idea, como supondrán no era música clásica, más bien algo de música indie del nuevo milenio, se escuchaba bastante hace como 10 años o más.
En fin, cerveza, tarde agradable y música que me llevó a días de color púrpura.
El disco terminó y yo ya era diferente al que había ido por cerveza, de alguna manera la música te cambia, las vibraciones son como el oleaje que golpea mi cuerpo de arena y lo desgasta para descubrir lo que hay debajo…
Ya en el tercer track y al segundo tarro, me encontré pensando en ese mediodía.
Sí, seguro que serían poco más de las 11 de la mañana...
Ella se asomó a través del cristal y depositó en mí sus ojos castaño claro, supe del color cuando el sol de la tarde golpeó su rostro, que sonreía frente al cielo. ¿Apenas te diste cuenta? es que nunca me ves, dijo entonces…
Y decía, depositó su mirada detrás del cristal, me quité los audífonos y le hice señas para que pasara. Besé su mejilla y se quedó de pie. La vida nos arroja a abismos, nos brinda apenas 2 segundos para retroceder o seguir...
Su cabello es negro, casi como los sollozos de una madrugada.
Ellas tienen una forma de llenar el espacio al que se incorporan, ya sea sólo con una sonrisa carmín o incluso al acomodar su cabello, levantar una ceja, colocar un saco, tal vez un bolso u otros objetos para el fin, tomar asiento.
Silencio.
Bebí  de mi frío café.
Ojos que desprenden la ventisca de la Juventud.
-Aquí hace calor. Dijo...
-Sí un poco...
-Cuánto café bebes al día?
-Tres o cuatro tazas, ya no es tanto como antes.
     ¿Alguna  vez han visto a un colibrí batiendo las alas y succionando de una flor? Y cuando lo ven quieren que se congele en el tiempo para que no desaparezca. Para siempre ver el tornasol cuajado en el aire.
Así es con su mirada.
Sé que hay algo en su alma, no estoy seguro de que ella lo sepa, son tatuajes que viajan en la sangre, lo he visto dos, tal vez tres veces.
Sí, ya no bebo tanto café como antes, los días han cambiado, se han hecho más breves y más predecibles.
Hablamos menos que otros días, se tenía que ir a otro sitio, una cuestión familiar me dijo.
Después de aquel mediodía hablamos una ocasión más, los otros dos encuentros fueron un saludo simple, frío, distante.
Pienso que fue su forma de decir adiós.
De decirme que siempre supo que no era una más, qué se percató como yo escarbaba ojos adentro, y que sabía de mi forma de afrontar los abismos, que no habría salida fácil y que todo sería devorado por el fuego.

Pudo habernos visto alguien, pero el Abismo es eso, la caída libre.
Y ya.

lunes, 17 de abril de 2017

Hedonista en Semana Santa



En el estéreo inicia on the sunny side of the street  de Louis Amstrong, son las ocho de la mañana, estoy amaneciendo a mi lunes de vacaciones en casa. Recorro las cortinas, necesito esta luz recién nacida, luz de sábanas frescas. Las plantas pareciera que levantan el rostro para al igual que yo, celebrar la tibieza del sol a estas horas. Observo algunos de sus brotes, la paciencia los esculpe, su savia humedece este espacio cerrado. Me dirijo a la cocina, hago el café, en cinco minutos estará listo.
Louis Amstrong marca el ritmo de mis movimientos. Supongo que una mujer embarazada se pasearía con la misma certeza del milagro de la vida con la que yo he abierto la puerta que da al jardín, para esnifar los vapores de la tierra mojada, anoche cayó una tormenta. Los perros se desperezan y me ofrecen sus narices mojadas. Se mueven lentos, el Sol de Amstrong nos acaricia por igual.
Piso el pasto y saltan las gotas heladas sobre mis pies, pero el letargo se resiste. Los perros me siguen, menean sus rabos. Juntos inspeccionamos el amanecer. Ellos olfatean y rascan, yo miro a las nubes y al reflejo de la luz en las hojas del árbol de aguacate; uno de los platanares no soportó la fuerza de la lluvia y cayó sobre las ramas de la granada. Pongo un poco de orden. El aroma del café llega y me vuelve a colocar en el lomo de la suave brisa Amstrongiana.
Ese disco pertenece  a un álbum de diez CDs de jazz, me lo regaló mi amigo Luis Montero hace unos años. Resulta algo impensable escuchar este álbum sin beber café u otra bebida de generoso potencial. Así como impensable sería estar nuevamente con este amigo lejos de una mesa de cantina y sin el bullicio de las hormigas rojas.
Pero volvamos a la calma, esa que escurre a gotas a través del filtro de papel e inunda este espacio que habito. Espacio que celo como el oso a su madriguera en invierno, como la rata con crías en el horno de la estufa, o como el carnal que se arrincona junto al oxxo, entre las basuras inhalando su mona, marcando así su territorio. Así es  La vie en rose de este lado de la calle. Languidezco ante placeres cotidianos que apenas duran dos o tres canciones. No hay más…
Me siento en un banco a seguir deshebrando los minutos, bebo de mi café negro mientras los pulmones de Louis estallan en ámbar.


Grab your coat
Grab your hat, baby
Leave your worries on the doorstep
Just direct your feet
On the sunny side of the street
Can't you hear a pitter-pat, babe?
And that happy tune is your step
Life can be so sweet
On the sunny side of the street
I used to walk in the shade
With those blues on parade, ba-ba-bo
But I'm not afraid, baby
My Rover's crossed over, ay
If I never have a cent, babe
I'd be rich as Rock-e-fellow
With gold dust at my feet
On the sunny side of the street
Grab your coat
Get your hat
Leave your worry on the doorstep, ba-be-do
Just direct your feet
On the sunny side of the street, zay-zoo-za-ze-zo-zay
Can't you hear a pitter-pat?
Oh, the happy tune is your step, ba-be-oh
Life can…


Louis Amstrong, On the sunny side of the street