Recargué la cabeza contra el cristal y cerré los ojos. El microbús se fue llenando y en algún momento arrancó. La semana iniciaba laboralmente, pero decidí no ir al trabajo. La mañana era fría.
Abrí los ojos y ya estábamos cruzando tasqueña, eran las 7:30, aún estaba a tiempo de cambiar de idea, pero no, seguí con el plan de escape. Necesitaba con urgencia eso, un plan de escape.
A diferencia de los demás pasajeros, no tenía ninguna prisa por llegar puntual a lugar alguno. Volví a cerrar los ojos y desperté al llegar al metro xola, quizás por instinto. Viví en un departamento de la colonia Moderna durante seis años. Miré los edificios color marrón y bajé en viaducto.
El plan de escape incluía un desayuno en el café popular, de la calle 5 de mayo, a unas cuadras del zócalo. Llegué al lugar, empujé la puerta tipo cantina y me senté en la barra. Una mesera me entregó la carta. Había pocos clientes. Al mirar los precios caí en la cuenta de que todo ha subido al menos un 50%, hace 11 años, sentado en esa misma barra pedía el paquete número 10, huevos al albañil, fruta, café con leche por un total de 45 pesos, ahora está en 71, en fin, me sirvieron el café con leche, bastante cargado.
Cuando empecé a vivir en el centro, el popular, además de la cafetería del hotel, era el único lugar que frecuentaba para desayunar. En la barra atendía Rosita, quien saludaba diciendo: hola mi amor, buen día, ¿qué vas a desayunar?, con un tono maternal. Hoy no la vi, quizás sea su día de descanso. La última vez se veía bastante cansada, envejecida. Como todo mundo, al paso de la rutina y el trabajo.
Hacia tiempo que no escapaba como hoy, cuando vivía solo era más fácil. Tan sólo apagaba la alarma y cambiaba mi postura bajo las sábanas para seguir durmiendo. Ahora eso no es así de simple.
La vida cambia, uno toma decisiones, pero a veces tardamos en acoplarnos, es difícil renunciar a los hábitos de soltero.
Camino a la cafetería intenté sentirme aquél soltero de hace 4 años, caminando sin prisa, olvidando pendientes, sintiendo la ligereza de la vida, no pude.
Vamos, sí es liviano este lunes, sí he disfrutado de cada bocado del desayuno, pero en definitiva, no soy más ese mi yo idealizado, es más, recuerdo que en algún momento decidí renunciar a él, al parecer lo he logrado. Como quien decide renunciar para siempre a un viejo amor. Así de improbable mi éxito , así de breve mi promesa…
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