La cicatriz
Es una mancha que tengo desde hace muchos años, sí, se ve
rara, parece quemadura, y hay quienes, los más fantasiosos, me han dicho que
parece un tatuaje, y, con el tiempo, coincido con esta idea, es una especie de
tatuaje, de marca, de símbolo.
¿pero cómo te salió, qué edad tenías, qué andabas
haciendo?...
Con el tiempo decidí que manejaría una sola versión de los
hechos, ya que, resultaba agotador inventar diferentes historias sobre la
tragedia de la cicatriz-mancha de mi brazo izquierdo:
Pues de pequeño era muy inquieto, curioso, metiche. Estaban
haciendo arreglos en casa, y los albañiles utilizaban chapopote caliente, y por
metiche se me derramó en el brazo y se llevó mi piel y el tejido graso, por eso
se ve así, todo raro, con la mancha extraña, y las venas casi de fuera…
Y pues, esta mañana la pregunta volvió a repetirse, y la
explicación volvió a darse en el pasillo de la oficina, el curioso quedó
satisfecho. Antes de volver a su sitio me dijo, yo no había notado tu cicatriz,
pero escuché a doña Vicenta decirle al de la entrada que lo de tu brazo no era
cicatriz, sino una mancha de granada, ese fruto de pulpa roja…
Vaya, en tantos años nadie había puesto en duda mi versión,
ni las versiones anteriores. Así que, mancha de granada de pulpa roja. Vaya,
qué recuerdos.
Como todos, yo también tuve otra vida, en otro lugar, bajo
otro cielo.
La vida en el campo es vivir a cielo abierto, con los
pulmones llenos de oxígeno, con aroma a hierba, a eucalipto, a abono de puercos
y de gallinas, a leche bronca, a maíz y caldito con chile.
Las noches son frías y brillantes, cristales destellan por
doquier en la inmensa negrura del cielo. El viento zarandea la cabellera de los
ahuejotes y los cedros. Desbarata los nidos de las aves, levanta las faldas y
arranca los tendederos con todo y ropa.
El viento la llevó a mí.
La lámina de su techo se elevó por los aires y fue a caer a
mi patio. Me asomé a la ventana y allí estaba ella, jalando la lámina partida,
salí apresurado con la intención de ayudarla. Caminamos hasta su casa, dice que
fue siguiendo con la mirada por dónde iba a caer su lámina, y que se había asomado
a otras tres casas antes de mi patio. Nos conocíamos desde niños, pero nunca
jugamos juntos.
Tiene aroma a naranja, o a mandarina. La cosa es que huele
bien. Y por accidente toqué su mano cuando agarré la lámina, y la sentí suave,
muy suave, me quedó su olor en los dedos.
Coloqué la lámina en su lugar y le encimé tabiques para que
el viento no se la llevara de nuevo, ella me miraba directo a los ojos, como
miran quienes no dudan, quienes no temen.
Ya, ya, tanto tabique, se nota que no quieres que vaya otra
vez a darte lata cuando haga viento. Dijo así, de golpe ella.
Bajó del techo y ella le ofreció un vaso de aguardiente.
Brindaron y se sentaron a mirar el final del día. Bebieron la botella entera, son aguantadores,
así es en el campo, no puedes titubear, hay que resistir las sequías y los
temporales.
A ti te hace falta una mujer, y a mí un hombre, pero ni
hablar, no se puede, tú lo sabes, y yo lo sé.
Anda, ya vete, no sea que nos ganen las ganas.
Una garza bruja chilló en el ahuejote del patio, allí anidan
esas aves raras. Ambos se sobresaltaron con el chillido y después se rieron a
carcajadas, pinche pájaro cabrón, dijo ella. Pues otro trago pal susto, dijo
él. Y ella, con su mirada directa, lo escudriñó cráneo adentro y le dijo, te
advierto que no se va poder, no es que no me den ganas, a lo mejor sí, pero mi
sangre no se quita tan fácil. Así que mejor no, ya vete.
Yo nomás quiero seguir bebiendo fuego, tu sangre no se me
antoja. Ándale, traite otro de ésos, que mañana quién sabe.
Llegó la lluvia, era verano. Adentro, los golpes del agua sobre
las láminas son escandalosos, no se puede escuchar música, ni platicar, a menos
que te acerques mucho al otro.
Se mordieron como perros, luego lamieron sus heridas, se echaron
uno junto a otro hasta sincronizar su respiración, hasta entibiar sus cuerpos.
Se levantó y se miró frente al espejo, bañado en pulpa roja
de granada, olorosa, aroma dulce que se confunde con la mandarina y la naranja…
Se fue de madrugada, todavía chispeaba.
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