¡Roña! ¡es roña! qué cosa es esa de dermatitis
atópica, eso ni existe, Gordo.
Eso sacas por andarte metiendo con las putas de quién
sabe qué pinches embriagaderos, bien decía mamá, que en paz descanse, contigo
puras vergüenzas y nada de ganancias.
La doctora del simi ni sabe curar, ponte grasa de
carro o manteca de puerco como a los perros sarnosos, yo así ni de lejos te
quiero ver, pareces perro viejo, todo rosa y granoso.
El Gordo se salió al patio de la casa y se sentó sobre
un bote de pintura de tapa oxidada que estaba en un rincón, se rascaba la nuca
enrojecida, ya sin pelo. Su hermana lo miraba asqueada desde la ventana de la
cocina, la cual cerró de golpe, como temiendo que la enfermedad entrara a
través de ésta.
El gordo es remero en el embarcadero Salitre, allí
trabaja de miércoles a domingo, desde temprano llega a lavar las trajineras de
don Polo, es veloz el cabrón, a pesar de su barriga rebosante. Una vez que
termina de lavar se chinga su torta de tamal y su atole grande con doña Mencho,
allí se queda a chismear un rato hasta que llega su patrón o alguno de los
hijos a hacerse cargo del negocio, y allí continúan sus labores, lo mandan a
reparar algún desperfecto de las trajineras, ya sea de pintura, algo que lijar,
alguna silla que reforzar y demás. Nunca reniega de los mandados que le
encargan, en ocasiones lava la camioneta del patrón o va por la señora al
mercado o a su casa a ayudar en cualquier cosa. Pero lo que mejor hace es ir a
cazar turistas. Su papá (que en paz descanse) fue un gran guía de turistas de
la zona, sabía algo de inglés y un poco de francés, nadie pudo saber cómo o con
quién había aprendido, él sólo respondía Aquí
el chingón soy yo, así que aprendan de su padre, dicho eso se echaba a reír
y prendía un cigarro marlboro, luego escupía y decía a manera de remate pinches incultos.
El Gordo le aprendió algo de los idiomas, su padre murió
joven, así que no hubo mucho tiempo para más aprendizajes, pero se da sus
mañas, en sus ratos libres le habla a su celular y le pide traducir a
diferentes idiomas, y se pone a repetir el audio, al parecer le funciona porque
logra cazar más turismo extranjero que mexicano, tiene talento para engatusar.
Se inventa historias para atraer la atención de los visitantes, inventa
leyendas de apariciones o cuentos de nahuales, incluso dice que ha visto a la
llorona flotar de madrugada.
La más reciente hazaña que presume es que convenció a
todo un camión de chinitos donar para
la conservación del ajolote, y les dio como comprobantes boletos con la imagen
de un ajolote que mandó imprimir en un internet a la vuelta de su casa, dicen
que con lo recaudado se puso una peda colosal, hasta invitó a dos de sus
valedores, acabaron en san Bartolo miados y vomitados, no se acuerdan cómo y
porqué fueron para allá.
El Gordo anda en enredos con una señora, ella es del
barrio de santa crucita, vende elotes y esquites en el mismo embarcadero, el
Gordo dice que nel, que no es cierto, pero ya varios lo vieron dándole sus llegues
cerca de los baños públicos, atrás de los tambos de agua, ya tarde,
aprovechando que allí casi no hay luz.
Doña Mencho es su confidente, le sabe todos sus
secretos, y por boca de ella se supo, bueno, más bien por la de su hija que no
supo guardar el secreto que doña Mencho guardaba y que compartió con ella, su
única hija.
Resulta que el marido de la elotera no salió bueno
para dar hijos, nació con algo en su cuerpo que hace que no pueda embarazarla,
que probaron varios remedios, pero ya un doctor le dijo al marido que nomás no
se va a poder curar de eso. Y allí va el Gordo y que la embaraza, y ya se la
sentenció la mujer, que si no le firma el terreno que le heredaron en el
Capulin, que le va a decir a su marido que el Gordo la agarró a la fuerza y que
hasta a la cárcel va a ir a parar. El Gordo la quiere, le dijo que se fuera con
él a su casa, y ella se lo pensó un poco, y le puso de condición que corriera a
su hermana con todo e hijos, porque el casado casa quiere, y que ella no estaba
para soportar metiches.
El Gordo está en una encrucijada, ya hasta pensó en
aventarse al canal del Toro, para que el fango se lo trague. La doctora le
preguntó que si tenía preocupaciones, que si vivía con estrés y él lo negó, le
mandó una pomada para su nuca, y que no se asoleara, pero él no sabe usar
sombrero ni gorra, trae el pelo a casquete corto, como lo pedía su padre cuando
él era niño.
Allí, sentado en su patio, se rasca con fuerza y
desesperación, piensa y se imagina cargando a una criatura a la cual enseñarle
cómo cazar turistas, porque ahuevo que va a ser varón, luego se pone triste y
piensa qué va a decir su hermana cuando le pida que se vaya de allí, donde
fueron criados juntos.
Pinche Gordo, su vida está turbia como el agua de los
canales, no sabe pa dónde remar, la cosa es que ya se lo cargó la chingada, no
importa pa dónde reme.
Ya te dije Gordo, báñate con harto detergente y ponte
manteca porque nos vas a contagiar a todos, gritó la hermana desde la cocina.
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