sábado, 12 de noviembre de 2011

Lo demás, ya no importa tanto...



Otro fin del mundo anunciado por radio, televisión y las redes sociales. Amanezco a mi viernes laboral. Como de costumbre, me levanto de la cama y voy a orinar. Allí parado frente a la taza, el frío matutino ayuda a que todo el líquido acumulado en mi vejiga durante la noche, se anime a desalojar mi cuerpo.
Desde allí, miro los óleos que he terminado y los que están en proceso: Fragmentos de existencia resueltos y los que nunca lo serán. Mujeres sobre madera atestiguando lo cotidiano de un hombre en boxers y rostro hinchado de sueño. Sacudo lo que hay entre mis manos y me dirijo a la sala-estudio-comedor-cocina-bodega. Me sirvo agua en un vaso y lo descargo con prisa. Siento el despertar de mis intestinos, se remueven molestos por obligarlos también a iniciar el día.
Me detengo frente a "amanece", y verifico que la última capa de color ya haya secado. Pienso en las imágenes que aun habré de incluir para completar la pieza. Dudo...
Enciendo la computadora y me conecto al face, al twitter y a Gmail. Algo habrá de novedoso: abro la ventana de plasma para ver la vida de otros, los amaneceres de ellas y ellos. Bastan unos cuantos segundos para saber que nada ha cambiado. El corazonzote rojo, el juramento de la amistad eterna y el trabajo que ya odiamos siguen consumiendo nuestros pensamientos. Y en la otra red: el país cayéndose a pedazos, pero ya no es noticia. Es el paisaje decadente que ya colgamos en la sala y nos hemos acostumbrado a no dirigirle la mirada.
Enciendo la radio -ya sólo faltan escasos minutos para que sean las 11:11 de este viernes 11 del 11 del 2011, es importante conectarnos con todo el mundo y proyectar nuestra energía positiva al universo, ya saben que todo vuelve, todo se regresa-, comenta la locutora de voz fresca. Decido poner un cd, no tengo oído para todo lo que los radioescuchas comentarán con sus llamadas, desde aquél que tiene fe, hasta el que se pitorrea de la fecha. Nada quiero saber.
Remojo un par de pinceles en aguarrás y limpio sus cerdas con un trapo. Tomo un poco de la mezcla de rojos y aplico en el área de los párpados. El segundo pincel servirá para sobar el color, poco a poco se intergrará a las demás capas. Segundo track del cd, Moby diseña atmósferas musicales perfectas para estas mañanas. Las ojeras de ella no son grandes, pero la he pintado como alguien que no durmió toda la noche.
Preparo café y sorbo lento. Terminé por hoy, algo en el estómago se ha incrustado.
El fin del mundo, o el inicio de otra era. Díganle esas mamadas a los muertos, a ver qué opinan.
Me méto a bañar, Moby sigue acumulando bruma en mi departamento. La niña colgada en mi pared tiene medio rostro sobre la cama, mira con nostalgia las uñas de sus manos: Algo se escapó de ellas.
Qué más da si ella algún día vuelve a amarme. Allí, montada sobre un pedazo de madera, ahora forma parte de quienes amanecen en este departamento de ventanas blancas y mañanas ligeramente grises.
Ánda, ya métete a bañar antes de que se acabe el mundo.

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