Abrí la puerta de la alacena y miré dentro: tres latas de atún, tres latas de verduras cocidas, un par de sobres de sopa instantánea. Tomé el de fideos.
Puse a calentar litro y medio de agua y esperé a que hirviera, bastaron diez minutos, abrí el empaque y vertí el contenido. Sobre la claridad del agua aparecieron partículas naranjas y verdes, antes de empezar a mezclar lentamente como sugieren en el empaque, miré unos instantes, parecía que algún borracho acababa de vomitarse en el wc. Mezclé y puse la tapa, bajé la temperatura y esperé.
Mi departamento es silencioso, pero esta tarde, uno podría pensar que todos los habitantes de esta ciudad han desaparecido.
Me senté, como siempre, en el sofá de la sala, en este espacio tan pequeño no hay mucho dónde vagar mientras se cocina una sopa. Vaciar una sopa instantánea en agua caliente sí es cocinar. Ya que cocinar, también es un acto de fe. Se dice que la comida es sagrada, y cuando es poca, hasta milagrosa.
De un sobre obtendré al menos cuatro porciones, lo más parecido a la multiplicación de los panes.
Pensar en ti es inevitable. Sin embargo hoy es diferente, una de las utilidades de la luz del día es la de aclararte las cosas, los sucesos; por eso las crudas son tan cabronas. No quiero decir que tu imagen haya perdido brillo, eso sólo sucede con aquello que enviamos a la sección del pasado, y que con el tiempo se torna inofensivo. No, tu aún brillas, mira que ahora mismo te estoy pensando. Y definitivamente, tampoco eres inofensiva.
En qué radica la diferencia entonces. En que mi imagen en tu vida es uno de esos carteles que anuncian bailes, pegados en los postes de luz. Un evento que fue hace más de un año y que ya no lees. No me molesta. Es lo normal. Todos hemos hecho eso. Aunque cuesta trabajo darse cuenta que uno es ese pedazo de papel. Como dice Héctor Lavoe "...¿y para qué leer, un periódico de ayer?..." , las verdades del amor nunca serán más grandes que en la voz de un salsero consumado. La pasión es una mala inquilina.
El ligero hervor en la cocina me distrae. Ya huela a comida.
Esta mañana que bajé por mi ropa a la lavandería, el ascensor tenía de nuevo ese aroma que te he contado, tu ya no usas ese perfume, pero igual huele a ti.
Cada fin es también un inicio.
Me sirvo la sopa, está hirviendo. Con una cuchara muevo la sustancia líquida y soplo, ya llegará la temperatura adecuada para comerla, así sorbo a sorbo me bebo tu recuerdo hasta dejar el plato vacío.
Los demonios de la ebriedad
Hace 1 semana
me dieron ganas de comer sopa... olvidando tambien mi ayer
ResponderEliminarsopear las penas, y con pan, tal vez sean buenas. Salud...os, la Pau
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